El resultado del partido de ayer es lo de menos. Cuando te hundes lentamente, lo único que esperas es tocar pronto el fondo, para poder impulsarte de nuevo hacia arriba. La cuestión es si el Sevilla FC ha tocado fondo, o no. Ayer el Sánchez Pizjuán fue un pasillo de comedias. La afición aplaudiendo y coreando a Lopetegui, sacado desde el túnel de vestuarios por un Monchi que expía sus pecados envuelto en unos aplausos que no son suyos. Media grada pidiendo dimisión a la directiva. Otros, cantando en contra de del Nido padre. Un espectáculo lamentable que deja a las claras la situación por la que atraviesa el club.
Y llueve sobre mojado, porque ya en las navidades pasadas, sabíamos que algo iba mal en el equipo. Llegamos a Champions más por demérito de otros que por méritos nuestro, porque estuvimos a punto de consumir totalmente el colchón de puntos. Pero era evidente que no estábamos para competir. Ni en mayo, ni en agosto, ni ahora.
Esperemos que afloren los problemas profundos, los problemas de los que no se quiere o no se puede hablar, esa inquietante deuda oculta que se dice que existe, y que hipoteca el futuro del club a medio plazo. Hemos vendido, como siempre, pero no para comprar fortaleciendo al equipo, como hacíamos antes, si no para hacer caja. ¿Caja, para qué? ¿Qué está pasando con los dineros en el club?
Demasiadas preguntas, demasiadas incógnitas, demasiada incertidumbre. Va a hacer falta un milagro, y algo más...
Y ahora, Sampaoli...
No hay comentarios:
Publicar un comentario