Hacía muchos derbis que no se veía en Nervión algo igual a lo de anoche. Muchos años en los que, a pesar de la superioridad estadística, los dos equipos de la ciudad mantenían un cierto pulso equilibrado. Pero ayer se desbordó el fútbol del Sevilla, mejor en la primera parte que en la segunda, y los de Michel cuajaron una goleada histórica al eterno rival. Michel se va a comer los mantecados de la Estepeña en Sevilla. La realidad, no obstante, y en honor a la verdad, es que pocos, muy pocos, prácticamente ningún sevillista sensato, hubiera apostado por un resultado como el acaecido. Sorprendente goleada porque la trayectoria de los chicos de Negredo y Palop, los líderes del vestuario, no invitaba precisamente a pensar en una manita a los béticos, si no, más bien, en lo contrario. La impresión que sacamos es que estos jugadores juegan cuando y donde quieren. Michel es un entrenador con recursos porque ha sido jugador en un equipo donde en el vestuario se orquestaban los más perversos complots. Aquí en el Sevilla está pasando lo mismo. Él lo sabe, y de momento parece, decimos parece, lo está controlando. Pero no es de recibo que estos señores tan bien pagados, y pagados de sí mismos, jueguen cuando les venga en gana, y marquen cinco goles, cuando les apetece y contra quien les apetece. Pediríamos al equipo mayor altitud de miras, y que el ejemplar partido que jugaron ayer contra nuestros adversarios por antonomasia, lo repitan la semana que viene contra el siguiente equipo de Liga, y contra el siguiente de Copa. Y así hasta llegar a clasificarnos para Europa, a ser posible en la Champions, que nunca tanto como ahora, estuvo tan barata. Hay que ser más profesionales, señores. Y ahora, enhorabuena, a todos los jugadores, en primer lugar, al entrenador y a la Directiva del equipo.
Y enhorabuena a todo el sevillismo, que hoy disfrutará desayunando tostá con manteca colorá.
